Vuelo supersónico_P02
La experiencia de South Bay puede haber sido un recordatorio de la contribución de California al vuelo supersónico. Fue en la base Muroc (ahora Edwards) de la Fuerza Aérea en 1947 donde se rompió la barrera del sonido por primera vez. El famoso piloto de prueba, Chuck Yeager, tiene el honor de ser el primer hombre en la historia en haber viajado más rápido que la velocidad del sonido. El avión utilizado fue el avión cohete X-1 de Bell, llamado Glamorosa Glennis en honor a su esposa.
Para la gente de South Bay, el hecho de que haya sido un estampido supersónico y no un terremoto fueron buenas noticias. El hecho de no haber escuchado nunca un estampido supersónico, ni estar siquiera enterados de que fuera posible, hace que se entienda fácilmente la confusión. Un estampido supersónico es una transferencia de energía al igual que un terremoto.
Ambas son ondas mecánicas y ambas tienen la capacidad de transferir energía por medio de ondas a través de un medio. Cuando las ondas chocan con objetos sólidos, provocaran que estos vibren, como sucedió con las ventanas y las paredes en el área de South Bay.


Fue debido a esta capacidad de provocar daños que muchos gobiernos en todo el mundo decidieron prohibir los vuelos supersónicos sobre tierra firme. Los vuelos supersónicos se prohibieron en los Estados Unidos a principios de la década de 1970. Antes de eso, era el sueño de las aerolíneas comerciales el volar de forma supersónica. Su meta era llevar a sus pasajeros a sus destinos en una fracción del tiempo.
El Concorde, un avión de pasajeros supersónico, voló por última vez hace más de diez años. Estos vuelos se terminaron por muchas razones. Una de ellas era que era muy costoso mantener este tipo de avión. Solo era rentable en vuelos largos. Debido a las críticas por los estampidos supersónicos, se establecieron leyes que prohibieron volar más rápido que la velocidad del sonido sobre los Estados Unidos y Europa.
Como resultado, el Concorde solo podía volar de forma supersónica sobre los océanos, restringiendo su viabilidad económica aún más. Afortunadamente para los viajeros, se está trabajando en maneras de reducir los efectos de los estampidos supersónicos. Tal vez algún día no muy lejano, la posibilidad de volar de Nueva York a París en la mitad del tiempo vuelva a hacerse realidad. Hasta entonces, algunos escasos estruendos supersónicos cerca de las costas serán los únicos recordatorios de que es posible volar más rápido que la velocidad del sonido.